4/10/2008

La historia secreta del alcalde PaQuete

Quito, D.M., Reutersz.- Mejor escondido que las cuentas del nuevo aeropuerto, más misterioso que los siete pisos de asfalto en cada calle, más impactante que caerse del hueco del Trébol... Así ha calificado la opinión pública el secreto mejor guardado de la ciudad capital, que una investigación de los agentes infiltrados de la CIA en el Servicio Metropolitano de Inteligencia han llevado a cabo desde hace casi seis años y que, finalmente, ha encontrado una respuesta concluyente: el alcalde PaQuete guarda, en las profundidades de su sótano, encadenada a una viga del techo, a su propia hija...

Consta del reporte de los expertos que, alrededor de finales de la década de 1980, el entonces uniformado PaQuete Moncaiba recibió una aterradora noticia proveniente de los confines de la selva ecuatoriana: acababan de demandarlo por alimentos en la provincia del Napo. Comprensiblemente molesto por este malentendido, Moncaiba esperó pacientemente a su fin de semana de franco y montó a un bus con destino a Baeza para aclarar de una buena vez el asunto.

Lo que nunca esperó es que, al llegar, la madre de la criatura le resultara familiar... Una joven de la localidad con la que, en alguna noche de festejo castrense, había compartido unos tragos. No pudo recordar más. Hasta la fecha de esta publicación, no se ha podido esclarecer los hechos que llevaron al nacimiento de la pequeña niña que, desprovista de padre, fue llamada Tránsito. Tránsito Moncayo. Claro, la joven madre, al no poder recordar con exactitud el apellido de su chapita, acomodó las sílabas que encontró a mano y la inscribió como tal.


Tránsito Moncayo (foto, arriba) tuvo una infancia triste. Creció en el abandono total, ya que su madre, casi una adolescente, no podía cubrir las necesidades de la menor. Fue así que, casi por casualidad, la niña llegó a casa de su padre, quien para entonces ya era el burgomenestre de la gran ciudad.

La pequeña Tránsito tampoco pudo encontrar los cuidados junto a PaQuete, que aún conviviendo con su hija natural, se negó a reconocerla como propia, descuidando cada aspecto de su maltratada vida. Pero la niña fue tenaz y decidida: un día se acercó a la oficina de su malvado padre y amenazó con destruir cada centímetro de asfalto de la urbe. Como era imaginable, nadie tomó con seriedad las palabras de la -ahora- adolescente.



Sin embargo, poco tiempo pasó hasta que las palabras Tránsito y Moncayo fueran directamente relacionadas con los problemas de la ciudad, aún cuando nadie -o casi nadie- conocía sobre la existencia de la progenie secreta del alcalde. Y así fue que, durante los períodos de labores del burgomenestre Moncaiba, la cada vez más grande y fuerte Tránsito ha cumplido con su promesa de romper meticulosamente y sin discriminación alguna cada minúsculo espacio de calle que quede libre de bache.


"Tránsito M. -manifiesta el reporte- ha sido mantenida cautiva en un sótano oscuro, encadenada y sin posibilidad alguna de salir del lugar", por lo cual los agentes infiltrados recomiendan estar atentos a una supuesta banda de secuaces que "estarían encargados de perpetuar la nefasta labor de Moncayo" (léase "Tránsito").




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